Marioneta del destino (Cuento)

Las nubes grises alborotan el cielo con sus formas, es agosto de 1557, nos encontramos en la ciudad de San Quintín, las tropas españolas han conquistado el norte de Francia. El ejército Francés, se apresura a dar apoyo al campamento base que se encuentra sitiado, a punto de caer vencido.

Francisco Velasco había mostrado su tenacidad y valentía al frente de batalla, el mismísimo Duque de Saboya le encomendó la expedición para eliminar el apoyo Francés que estaba por llegar, su conociemiento en el arte de la guerra y sus grandes capacidades tácticas se valieron por sí mismas para desmantelar la avanzada francesa muy nutrida en número pero sorprendida en un paso estrecho y de escasa luz, sin duda, un ataque digno del mejor estratega.

Cesaron los gritos en el campo y el dolor en la palma se acentuaba, de tanto empuñar la espada, de tanto polvo y de tanto sudor. La batalla ha terminado, Francisco Velasco observa a su alrededor, no quedaba un sólo hombre con ribetes rojos, tan característico del soldado Francés que no yaciese muerto sobre el campo de batalla. Limpió su sable embadurnado de sangre enemiga y con un movimiento experto que dejaba entrever su arte con la espada, lo devuelve a su vaina.

Se siente cansado, pesado..., suspira caliente y quejumbrosamente, se acomoda a duras penas, a lo lejos entre remolinos de viento los cuervos se arrebatan los cadáveres, casi cayéndose, bajo un árbol y...

- Eh, eh ¿quién sois?

...se encontraba observando a los caidos, calculando el número de bajas producidas después de tan ardua batalla, en su pecho aún una enorme preocupación lo hacía buscar infatigable en el suelo deforme, tapizado de cuerpos con gestos que muestran dolor, en muchos de ellos lágrimas, quizá sudor, en otros la paz, esa misma paz por la cual se luchaba, algunos estaban abrazados entre uniformes distintos y congelados...

-¿Por qué me ignorais? ¡Me dirijo a ti!

Disculpa Francisco, no creo que sea políticamente correcto discutir, en estos momentos trato de contar a los lectores una historia sobre ti y sobre la hazaña que acabas de llevar a cabo.

- Sois un fantasma, ¿verdad? os oigo pero no os veo, os aseguro cobarde, que hasta los fantasmas piden clemencia ante mi acero, sos nadie para hablar sobre batallas y mucho menos para narrar una historia sobre mí.

Amigo Francisco, estás cayendo en un grave error, yo soy el creador de esta historia, el autor y de mi puño y letra depende tu existencia.

- ¿Se puede saber quién sois= Yo soy Francisco Velasco Ramírez, coronel del tercer batallón de infantería del ejército imperial, hijo de Juan Velasco Agüero y Ana María Ramírez, ambos católicos, siervo y defensor de mi rey, nombrado por la gracias de Dios, Felipe II.

Francisco, yo soy tu Dios, yo he dado vida a tus padres y les he dado un papel secundario, al igual que he creado todo lo que tienes a tu alrededor y seguiré creándolo..., si me premites dar fin a esta conversación - dije a modo explicativo-.

- ¡Mientes! - grita desesperado - Sois blasfemo y trasgresor, buscais en mi interior el miedo, sois el fantasma del Duque de Monmrency, al que acabo de dar muerte. ¡Dios no sería tan vulgar como lo sois vos!

Siento que te haya tocado este autor vulgar y descorazonado, pero eso no lo eliges tú. Te formularé unas preguntas: ¿Qué sabes sobre tu infancia? ¿recuerdas algo de tu adolescencia? ¿acaso has olvidado el día de tu boda?.

- ¡No! - carraspea y duda unos segundos - lo cierto es que no recuerdo nada, no soy siquiera capaz de recordar la batalla, incluso no puedo recordar mi rostro ¿será por qué he recibido un golpe y he perdido temporalmente la memoria? - dice Francisco entre miedo y tristeza-.

Es lógico, antes de tu intervención iba a describirte fisicamente, aún no te he dado un rostro, ni un pasado, ni he mencionado aspecto alguno sobre tu niñez.

- ¡No! - vuelve a gritar - ¿creeís que podeís manejar toda mi vida a tu libre albedrío y salir indemne? Tengo pensamientos, tengo corazón y por supuesto tengo sentimientos - Se le quiebra la voz y se le inundan los ojos.

Lo siento - me excuso - nunca pensé que mis personajes tuviesen un trasfondo más allá de lo que emanase las letras escritas, hablar con un personaje también es nuevo para mí, Creo que debería comunicarte que en las siguientes líneas ibas a encontrar a tu hijo muerto en el campo de batalla.

- ¿Cómo? - Entra en llantos amargos - ¿quién creeís que sois para despojarme de todo, hasta de mis seres queridos?. Sois vil y desgarrado, sois perverso e inconmovible, el mismísimo demonio en persona.

Lo siento Francisco, tu destino está narcado por mi pluma, yacerás en estos campos, volverás a la vida cuando otro lector o el mismo vuelva a leer este texto, no puedo evolverte lo que te he quitado, lo digo de coraón, si pudiese colocarte en otro lugar fuera de este entorno te hubiese dado una buena mujer y una familia numerosa, pero no es el caso. Es demasiado tarde - mi vo se torna melancólica y lloro ante esa desoladora noticia.

- ¿y vivir de nuevo tan amargo capítulo?. No, creo que todo esto carece de sentido. ¿teneis creador? es insoportable que mi devenir esté en manos de alguién que no sea en manos de Dios.

He tenido también la necesidad de creer en uno Francisco, uno que me abrace y me arranque estas dolorosas ataduras, que me libere de todo este compulsivo deseo de escribir y de hacer personajes tan desdichados como yo.

- Ahora creo... - miró hacia el suelo y bajó la vo hasta ser un hilo tenue - .. que merezco un justo final.

Francisco Velasco se incorporó, palmeó su traje para limpiar los salpicones de sudor y sangre que en el se daban mezcla, tropezó con un cuerpo conocido para él, cada vez que iba al espejo recordaba ese rostro y era como sentirse rejuvenecido con un espejo mentiroso, levantó rapidamente a su hijo y lo colocó sentado apoyado en un árbol, cayó rendido, sólo sus manos rudas detuvieron su cuerpo y levantó polvo como un trote de caballos, cambió su mirada y se convirtió en ese soldado incólume que todos respetaban, se levantó decidido, reorganizó a sus hombres, enviando los heridos de regreso y encaminándose con el resto hacia París. Era la razón de la sin razón, era un ídolo para todo el batallón, nadie había visto jamás su llanto, por lo mismo entendieron aquella afrenta de intentar un ataque sobre el cuartel general Francés, ataque desprovisto de toda lógica y un suicidio a todas luces, pero si había una forma de morir en batalla, nadie dudó que la mejor manera era hacerlo bajo las directrices de aquél gran hombre y aún mejor guerrero.

Se situaron en lo alto de aquella colina, a lo lejos de la gran fortaleza de Chantilly, cuna y cuartél general del ejército Francés, se observaba un bullicio y gran trasiego de gente, los vigías franceses se habían percatado de la avanzadilla de las pequenísimas tropas de Velasco y con gran apremio se encontraban preparando la artillería pesada y colocando una primera línea de infantería y caballería para destruir de una buena vez por todas aquella locura de ataque.

Francisco Velasco observó al frente, secó su sudor con un pequeño pañuelo blanco en el que se observaban unas bellas insignias bordadas en un precioso color cobre, giró con un movimiento brusco la cabeza hacia sus hombres, observando que en ninguno de ellos se reflejaba el miedo a un ejército que los cuadruplicaba en número, sino que observó esa sed de victoria que siempre había mamado desde que tenía uso de razón.

Volvió su mirada al frente, percatándose que los cañones se disponían a realiar sus primeras embestidas, espoleó el caballo rumbo a Chantilly y mientras desenvaina su acero ve a lo lejos como el cielo que se cubre de nubes grises empieza a llorar y nota como su corazón se acelera ante la inminente batalla.