Ya vienen...! los marcianos están por todos lados...!

- (risas) - y el viejo calvo me preguntaba si podía bajar el cristal del bús.
- esperen - les dije a ambos - voy a ver qué sucede en la calle.

ya el viento suave movía las perfectas cortinas blancas y en la calle un tipo parecía refugiarse del sol que caía sobre el océano no muy lejano, miraba hacia el cielo como buscando por entre las nubes algún rastro para él importante, corrí las cortinas y saqué la cabeza para ver mejor aquella escena, las calles estaban vacías, no sé cuánto tiempo estuve así mirando al tipo, pero sin lograr ver lo que veía.

Tomé la cámara, la encendí, salí y al salir mis dos amigos que ya estaban conmigo salieron, el señor estaba pálido y vestía gris, sus labios demoraban en decir algo, sospecho que quería decir tantas cosas que no las ordenaba, levanté la mirada mientras él decía: ¿Qué es eso allá arriba? por entre las nubes atravezándolas por encima una plataforma plateada y oscura se movía de norte a sur era circular y tenía montículos negros - ya los he visto - dije y miré hacía el cielo del océano de donde provenía una señal instintiva como cuando nos percatamos que alguien nos mira.

Meses atrás guardé en secreto el primero evento sucedido en las afueras de mi casa, cenaba tranquilamente mientras veía un noticiero y escuché un ruido espantoso como un dolor profundo clamado desde la oscuridad, dejé las cosas y salí sin apagar la tv, miles de naves gigantes flotaban por el cielo lanzando luces o brillos de algún color, de estas naves inmensas salían cosas que danzaban en su descenso cubriendo gran parte de este mundo, el corazón saltaba de mi pecho y de pronto recordé a Dios, me aferré a él, no había donde huir, todo estaba cubierto y ya todos habían sido divisados, era cuestión de segundos, ¿qué puede hacer en situaciones similares un ser humano? es misterioso pero habiéndonos tenido prisioneros en nuestra propia ciudad y mundo se fueron, dejaron todo tal como lo encontraron pero jamás quitaron de mi mente su rostro de furia y maldad, aquellas muecas envejecidas de ardor.




















Al cambiar mi mirada hacia el cielo marino otra nave se sostenía a un kilómetro de nosotros, era tan grande que sólo la muerte y el pensamiento de acabar de una buena vez me seducía, No habían palabras, ninguna salía de mis labios, moriría y no hay palabra que pueda describir tal sentimiento de poquedad, giré hacía la puerta para ingresar en un vano intento de morir con los míos.

Dirigí la cámara en un intento de tomar fotos a aquellos monumentales platos, cosa desafiante, pero al ver en la pantalla de la cámara vi otra nave que estaba muy cerca, sentí un sonido y un brazo que me tomaba del cuello... caí al suelo con un fuerte dolor y mi mente ya flotaba en sensaciones.

Me desperté y no quería abrir los ojos, ¡no quería verlos nunca jamás...! un ardor en la garganta me transportaba a ciertas sospechas.